La memoria y el olvido son temas recurrentes en la literatura. Por alguna extraña razón la idea de permanencia es una constante que se entreteje entre el lápiz y el papel, desencadenando historias en la larga lista de problemas existenciales del hombre.
M. Giardinelli señala refiriéndose a un personaje de uno de sus cuentos: “Yo pensé que no aceptaba convertirse a sí mismo en recuerdo y que esa era su tragedia”. La tragedia del olvido.
En Las muñecas y el moloch de Carmen Vincenti las historias son sacadas del baúl de los recuerdos.
Es una novela que “convoca una saga de varias generaciones que han habitado una misma casa por casi dos siglos”, señala Luz Marina Rivas en el prólogo.
Quizá lo más interesante de este libro sea que las historias son desempolvadas por una muñeca antigua, que gracias a sus palabras revive personajes, actualizándolos en su imaginario y adentrándolos en el nuestro.
Historias que huelen a ayer, pero que a medida que se reconstruyen adquieren colores perdidos por la palidez de aquello que dejó de ser.
Carmen Vincenti nos ofrece una novela ambientada en una vieja casa colonial con casi dos siglos de existencia, sitio perfecto para albergar historias y hurgar sueños y decepciones de generaciones de habitantes.
Si bien es cierto que las personas pasan, las casas quedan, y se perciben como ojos que pierden su brillo ante la ausencia del alma. “Ignoro si lo mismo que hay fantasmas de hombres y mujeres, existen fantasmas de casas”, señala Manuel Mujica Láinez.
Ciertamente, una casa abandonada genera en nuestro imaginario un concentrado de historias que nos permiten reflexionar sobre el devenir del tiempo y lo efímero de nuestras vidas.
Sólo dos objetos sobreviven al paso del tiempo en esta novela: una muñeca, desde cuya humilde e inocente perspectiva se reconstruyen historias, y el moloch, ídolo de impreciso origen que parece estar relacionado de una manera misteriosa con cada una de las historias.
La mirada cándida de Alma, muñeca que ha sido testigo de la vida doméstica de la casa, es la que le relata a Dulce, muñeca nueva que fue adquirida por Gregorio, el último habitante de la casa, historias de amor y desengaño protagonizadas por cada una de sus dueñas.
La necesidad de Alma por revivir sus recuerdos en una especie de acto de auto-reconocimiento y rescate del olvido, y la avidez de Dulce por conocer los pormenores de los habitantes de la casa constituyen una mezcla perfecta para el desarrollo de historias.
Carmen Vincenti presenta con Las muñecas y el moloch una mirada femenina del mundo en una novela de amores contrariados donde se indaga en la intimidad de las mujeres, sin olvidar, como señala Luz Marina Rivas, el entorno y las convenciones sociales de cada época.
Por un lado están las historias de las dueñas de Alma, por el otro, la de los personajes de la telenovela que ve la sirvienta, y, finalmente, la historia protagonizada por el misterioso Gregorio.
Todas estas historias tienen como trama en común el amor, que es presentado desde la perspectiva de las mujeres, y a partir del cual se estudian comportamientos femeninos marcados por prejuicios y dinámicas sociales.
Es así como tenemos personajes arriesgados como Mariana, que por un acto de rebeldía al descubrir que su verdadero padre no era el que ella pensaba decide casarse con un peón, y personajes menos osados como Sol que prefiere quedarse sola a tener una vida al lado de un conspirador, a pesar de ser este el amor de su vida.
En esta novela se presentan historias como la de Inés, que tiene que huir luego que descubren que es amante del patrón de la casa, o la de Laura, que después de pasar años esperando por Cristóbal decide casarse con el primer hombre que le pide la mano, dando muestras de lo importante que puede ser para una mujer convertirse en la esposa de alguien, más que por amor, por aceptación y categoría social.
También encontramos triángulos amorosos, como la historia de Anelisa que se enamora de dos hermanos.
Estas historias están acompañadas por elementos que le dan un toque de misticismo a la atmósfera en las que se desenvuelven, tal es el caso del frasco de rosas que acompaña a Alma con el pasar de los años y el moloch que la esclava Dolores colocó debajo del colchón de Elvira una noche en que esta estaba muy enferma, y que se supone debía salvarla de la muerte o acompañarla en ella.
Otro elemento que no se puede pasar por alto es la presencia de los pájaros. Estos han tenido una carga muy importante sobre los personajes femeninos, comenzando por Elvira que tenía una jaula con ellos, seguida por Laura que los pintaba inspirada en la jaula ya vacía de tiempos de Elvira. Luego está Mariana que moldeaba pájaros en barro, y, finalmente, Sol que convirtió el taller de la anterior en una galería, completándola con unas piezas de porcelana que ella había recolectado.
Después de todo, lo importante no es el orden de las historias, sino el hecho de que existieron, ya que como señala José Ángel Buesa: “El tiempo y el olvido son las únicas cosas que no tienen fin”.
Sobre la autora
Carmen Vincenti nació en Caracas en 1943. Licenciada en Letras (UCAB). Magister Scientiarum en Literatura Hispanoamericana y Venezolana (UCV) y Ph.D. en el King’s College, Universidad de Londres. Ha sido profesora del Departamento de Lengua y Literatura de la USB y Coordinadora del Postgrado de Literatura. Tiene en su haber las novelas En cristales de cuerdas de arena (2000), Y la sombra como siempre detrás de sí misma (2001), Noche oscura del alma (2005), y una serie de relatos en un libro titulado Cuentos de seducción (2005). También ha explorado los terrenos del ensayo con los libros: Barroco y América Latina. Un Itinerario inconcluso (1990), El ente de papel (1995), La aventura metaficcional (1998) -Premio Municipal de Investigación Literaria 1997- y Una geometría disonante. Imaginarios y ficciones (2000).
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