Biografía Martín Tovar y Tovar, F.J. Duplá

Martin Tovar y Tovar,
Francisco Javier Duplá

Una pincelada hecha de historia

“Un gran retrato en el que las palabras relevan los trazos” Simón Alberto Consalvi.

 

La vida de un hombre comprende un sin fin de historias, unas cuantas enaltecedoras y otras tantas sombrías. Sin embargo, hay personajes cuya vida merece una especial atención porque tras sus pasos se haya un baluarte de ideas y acontecimientos que han contribuido con la formación de nuestra sociedad, tal es el caso del insigne pintor venezolano Martín Tovar y Tovar, a quien le debemos, gracias a su obra,  gran parte de nuestra imaginería histórica.

La biografía de Martín Tovar y Tovar (1827-1902), escrita por el profesor Francisco Javier Duplá, constituye un homenaje a quien se considera el pintor de la epopeya del siglo XIX. 

En este libro Duplá no sólo relata la vida del autor y sus inicios en la pintura, sino que, además, expone de una manera clara y precisa la historia que el pintor registró en sus cuadros, logrando con ello penetrar en el espíritu de este gran artista. 

Es por ello que Simón Alberto Consalva, editor adjunto del libro, señala en la contraportada del mismo que “Duplá es el pintor que penetró el espíritu y la obra de don Martín Tovar y Tovar. Un gran retrato en el que las palabras relevan los trazos”, como señalé en el epígrafe de esta reseña.

Para esta biografía, Duplá revisó las fuentes de varios autores que lo precedieron en el estudio de este personaje, entre ellos Enrique Planchart, Alfredo Boulton y Juan Calzadilla, a quienes cita a lo largo de la obra.

Martín Tovar y Tovar nace el 10 de febrero de 1827, y, como señala el autor, es el pintor venezolano más reconocido en el siglo XIX junto con Cristóbal Rojas, Arturo Michelena y Antonio Herrera Toro, quienes además de ser sus discípulos, fueron piezas claves en el desarrollo de la pintura venezolana. Muere en 1902 a los 75 años, durante el bloqueo, mientras Venezuela era asediada por potencias europeas. 

Sin embargo, lo importante de su larga vida no es la cantidad de años vividos, sino lo productivo que estos fueron, porque como señala la siguiente frase de Abraham Lincoln: “al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años”, y, no cabe duda, que los años de vida de Martín Tovar y Tovar fueron muy fructíferos. 

Tuvo en su haber “más de cien retratos y cinco grandes lienzos de temas históricos, además de unos cuarenta cuadros de paisaje y otras obras menores” (101). 

Pero los cuadros de motivos históricos fueron los que le dieron fama imperecedera, específicamente: el cuadro de La Firma del Acta de la Independencia que pintó para el Salón de Sesiones del Concejo Municipal de Caracas, y el lienzo de La Batalla de Carabobo, para el Salón Elíptico del edificio del Congreso Nacional por encargo del presidente Antonio Guzmán Blanco. 

Además de estas obras, elaboró el cuadro de La Batalla de Junín, que en 1902 se desprendió del cielo raso del Salón Amarillo del Capitolio, y también realizó un esbozo de la Batalla de Ayacucho.

Como muy bien señala el autor del libro, el mérito fundamental de Tovar y Tovar radica en que “creó la iconografía fundamental de la historia patria, sin ceder a la exaltación innecesaria y a la alegoría, que no fue de su gusto” (79).

El autor del libro señala que el género más cultivado en aquella época era el retrato. De este particular manifiesta que uno de los talentos del pintor fue el “saber adentrarse en el alma del retratado, sin limitarse a copiar servilmente los trazos de sus semblante” (81). 

Antes del auge de este género, la pintura religiosa había sido la predilecta en tiempos de la colonia, pero después de la independencia decayó. Más adelante, a finales del siglo XIX, aparece la pintura de paisaje gracias a la obra de Tovar y Tovar y de Michelena.

Duplá nos explica, con respecto al panorama que le tocó vivir al biografiado, que “el clima social no era propicio para el cultivo de una vocación artística” (20). Es por ello que a los 23 años sus padres lo enviaron a España, donde estudió pintura en la Academia de San Fernando. Pero la mayor parte de su formación la tuvo en París. 

Calzadilla, citado por Duplá, señala que, entre otras cosas, “del francés ha adquirido el gusto de la historia (…) el afán de ser verídico en la interpretación de los hechos” (25).

Su regreso de Europa representó una nueva etapa para la pintura venezolana, que Duplá llama período heroico. En esta época, Guzmán Blanco juega un papel importante ya que es “el primero en darse cuenta de la importancia de la imaginería histórica para la construcción del orgullo nacional” (43), y es por ello que en el año 1873 le encarga ejecutar 30 retratos históricos, con el fin de realizar una galería de cuadros con los personajes de la Independencia. 

“Gracias a estos retratos y a los grandes cuadros históricos que pintará después, Tovar hace que el hombre común de Venezuela entre en contacto con su propio pasado, en una forma más viva y didáctica” (44). Sin los lienzos de este personaje, que, curiosamente, trató siempre de alejarse de los acontecimientos políticos, “la historia patria estaría incompleta”.

Duplá en este libro se adentra no sólo en el imaginario de la época sino también en el espíritu de un hombre que fue, es y será siempre orgullo nacional.

Sobre el autor

Francisco Javier Duplá (España, 1940), religioso jesuita. Ha publicado numerosos artículos sobre temas educativos en la Revista S/C. Es coautor de varios libros sobre educación, pero también tiene en su haber cinco libros de cuentos: Las caricias de la hierba (1995), Un espejo a lo largo del camino (1998), El regalo del tiempo (2000), Latín para señoritas (2004) y Cuentos claros para días turbios (2006). Asimismo, es autor de una biografía sobre Armando Reverón y Arturo Michelena.

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